Al atardecer se le acercaron los doce y le dijeron:
—Despide a la gente, para que vaya a buscar alojamiento
y comida en los campos y pueblos cercanos, pues donde
estamos no hay nada.—Denles ustedes mismos de comer
—les dijo Jesús.—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a
menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente —objetaron
ellos, porque había allí unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus
discípulos:—Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta
cada uno. Así lo hicieron los discípulos, y se sentaron todos. Entonces
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, los
bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los
repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos,
y de los pedazos que sobraron se recogieron doce canastas.
—Lucas 9:12-17
La casa de Juanita es de un solo cuarto dividido por una manta colgada—
un lugar para estar y el otro para dormir. En un rincón están los trastes
y el área para el fuego-su pequeña cocina. Ella vive en este lugar polvoso
con sus dos hijos y tres hermanas y paga la colegiatura para todos ellos.
Juanita es muy afortunada. La comunidad la identificó como una
muchacha en peligro, y se le aceptó en un programa de entrenamiento
para ser peluquera. Juanita, como millones de mujeres alrededor del
mundo, brilla con sueños de ser empresaria. Mientras yo me siento
abrumada por la necesidad, las barreras sistemáticas y las sin número
de personas en peligro, ella busca un préstamo para comprar un
secador de pelo. Por medio de ella, escucho a Jesús, quien no se asusta
por las multitudes, sino pide a Dios que le ayude, y crea abundancia
con lo que tiene a la mano. Las palabras de Jesús: “que se sienten en
grupos” cambian mi parálisis y me empujan a preguntar qué veo. ¿Veo
necesidad y desesperación o bienes y oportunidades? Si me propongo
a ver por los ojos de Jesús ¿qué es posible?
—Jackie VanderBrug
—Despide a la gente, para que vaya a buscar alojamiento
y comida en los campos y pueblos cercanos, pues donde
estamos no hay nada.—Denles ustedes mismos de comer
—les dijo Jesús.—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a
menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente —objetaron
ellos, porque había allí unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus
discípulos:—Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta
cada uno. Así lo hicieron los discípulos, y se sentaron todos. Entonces
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, los
bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los
repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos,
y de los pedazos que sobraron se recogieron doce canastas.
—Lucas 9:12-17
La casa de Juanita es de un solo cuarto dividido por una manta colgada—
un lugar para estar y el otro para dormir. En un rincón están los trastes
y el área para el fuego-su pequeña cocina. Ella vive en este lugar polvoso
con sus dos hijos y tres hermanas y paga la colegiatura para todos ellos.
Juanita es muy afortunada. La comunidad la identificó como una
muchacha en peligro, y se le aceptó en un programa de entrenamiento
para ser peluquera. Juanita, como millones de mujeres alrededor del
mundo, brilla con sueños de ser empresaria. Mientras yo me siento
abrumada por la necesidad, las barreras sistemáticas y las sin número
de personas en peligro, ella busca un préstamo para comprar un
secador de pelo. Por medio de ella, escucho a Jesús, quien no se asusta
por las multitudes, sino pide a Dios que le ayude, y crea abundancia
con lo que tiene a la mano. Las palabras de Jesús: “que se sienten en
grupos” cambian mi parálisis y me empujan a preguntar qué veo. ¿Veo
necesidad y desesperación o bienes y oportunidades? Si me propongo
a ver por los ojos de Jesús ¿qué es posible?
—Jackie VanderBrug
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