Miércoles de ceniza, Febrero 22
2012
Ahora bien—afirma el Señor—
vuélvanse a mí de todo corazón.
—Joel 2:12
Cada año, al comenzar la Cuaresma, recuerdo que mi hijo nació
un miércoles de ceniza. Mientras que nuestros amigos oraron ese
día por el recién nacido, también compartimos un vívido recuerdo
de nuestra mortalidad cuando se hizo una cruz de cenizas sobre
nuestras frentes.
Este ritual de las cenizas es sencillo y claro, y nos recuerda que
nosotros, como todo en esta tierra, moriremos. Hoy recordamos los
ciclos de nacimiento y muerte—el principio y el fin, y también lo
que somos y de quién procedemos.
El Miércoles de Ceniza es una revisión de la realidad, un día en
que nos detenemos para ver lo que somos y cómo podemos volver
al Señor, como el profeta Joel nos dice que hagamos. Se nos invita
a viajar hacia nuestro interior para enfrentar y confrontar todo
lo que nos separa de Dios. Es también un momento para salir a
encontrar y enfrentar todo lo que causa dolor, daño y nos separa de
los demás.
La Cuaresma nos llama a morir a lo viejo para nacer a lo nuevo, a
renunciar a las cosas que se interponen en el camino entre Dios
y nosotros. La Cuaresma es un tiempo para recordar nuestro
bautismo y nuestro llamado hacia Dios. Es una época de cambio,
cuando nos vaciamos para encontrar una nueva vida, un nuevo
nacimiento y salud en nuestra relación con Dios.
En la Cuaresma nos conectamos con lo que somos, con lo que
podemos ser, con quien Dios nos hizo para ser. Somos seres
humanos formados a la imagen de Dios, pero estamos hechos de
polvo y al polvo volveremos.
—Shannon Ferguson Kell
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