Jueves, Marzo 1
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y
agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con
mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y
humilde de corazón, y encontrarán descanso para su
alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.
—Mateo 11:28-30
Hace algunos años, mientras viajaba por África, quedé maravillado
por el ministerio del hospicio móvil de la Diócesis Anglicana de
la Unión de Madres de Namibia. Estas mujeres comprometidas y
llenas de fe, van de pueblo en pueblo, de casa en casa, para estar
con los que están agonizando. Viajan a pie, más allá del final
del camino, llegan hasta “los más pequeños”—dándole amor y
cuidando de los enfermos terminales de VIH/SIDA y otros que
mueren de malaria, una enfermedad curable y evitable que afecta
a 250 millones de personas cada año, resultando en casi un millón
de muertes.
Estas trabajadoras, en sus hospicios móviles, brindan los
primeros auxilios básicos, vendando heridas, dando de beber
a los hijos de Dios que les queda muy poco tiempo en la tierra,
sosteniendo y abrazando a los gravemente afectados por el azote
de la enfermedad y el aislamiento. En el nombre de Cristo, están
haciendo los yugos fáciles y ligeras las cargas, llevando descanso a
las almas de los que pronto fallecerán.
—Brian Sellers-Peterse
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