Jueves, Marzo 21
Danos hoy nuestro pan cotidiano.
— El Padre Nuestro
Las plantas están llenas de fresas rojas y brillantes
y de gruesas vainas de guisantes. Cada mañana, desde principios de la primavera hasta el verano, mis hijos salen descalzos al jardín para coger la primera fresa de la planta y buscar las vainas perfectamente llenas de guisantes para el desayuno. Las vainas de guisantes, las plantas de fresas, el suelo oscuro, rico, todo cubierto aún con el rocío de la mañana.
La tierra es la base de nuestro sistema alimentario. Nos
alimentamos según se alimenta nuestra tierra. Una tierra sana
está viva, llena de microbios hambrientos. Como nosotros, esos microbios se multiplican y relacionan unos con otros y con la lluvia y el sol, alimentados por los nutrientes elementales, el carbono y el nitrógeno. La tierra sana ofrece los nutrientes a los campos y granjas y finalmente a nuestros cuerpos. La tierra es nuestra vida.
La resurrección ocurre bajo nuestros pies todos los días. Los
alimentos nos relacionan con la tierra, el agricultor, la luz solar y la lluvia, todo ello proporcionado por la milagrosa creación de la tierra de nuestro jardín. Cuando somos conscientes de ese precioso regalo, también nos relacionamos con los 870 millones de personas en todo el mundo que no tienen acceso adecuado a los alimentos.
Estos dones de Dios están ocultos o se pierden por nuestra falta de conciencia de este mundo de interrelaciones. Cuando empezamos a reconocer que nuestro pan de cada día es un don, entendemos que todos los alimentos, el pan, las fresas, los guisantes, son un regalo de la generosidad de la tierra. ¿Podemos ser mayordomos de este regalo para todos los hijos de Dios? ¿Podemos cuidar la tierra tanto como ella nos cuida?
Nuestro mundo depende de ello.
— Lisa Ransom
No hay comentarios:
Publicar un comentario