Miércoles, Marzo 13
Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—.
El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.
— Juan 6:35
Somos alimentados espiritualmente cada vez que participamos en la Eucaristía, en comunión con nuestro Cristo, que está en el mundo pero que no es del mundo. Es entonces, cuando nos damos completamente a otra cosa que no sean nuestros propios deseos y voluntades, que podemos seguir los pasos que nuestro Cristo ha puesto ante nosotros con fe, esperanza y amor, en el camino hacia la eterna verdad. Y cuando penetramos plenamente en el misterio de Cristo al acercarnos al altar, las manos extendidas hacia él, experimentamos el gozo vivificador de participar en cada Eucaristía.
Primero debemos saber por qué estamos allí, qué es lo que comemos y de dónde viene realmente. Somos alimentados por el mundo o por nuestro Cristo. Puede decirse que somos lo que comemos.
También es importante saber de dónde viene nuestro alimento, quiénes son los que lo cultivan y cosechan para nosotros y preocuparnos por cómo crece. Participar en los Marcosets de los agricultores locales crea un sentido de comunidad, mientras se cuida la tierra. Las prácticas de jardinería y agricultura orgánica y biodinámica, dan una esperanza para que la tierra sea sanada.
Como Wendell Berry escribe en su poema “La granja”: “Sé agradecido y recompensa el crecimiento con cuidado y buen trabajo. El trabajo realizado con gratitud, amablemente y bien, es una oración”.
Señor, escucha nuestra oración.
— Michael Trent Thompson
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