Domingo, Marzo 17
No tienen que irse —contestó Jesús.
Denles ustedes mismos de comer.
— Mateo 14:16
A veces el reto de satisfacer el hambre del mundo nos puede
abrumar hasta la desesperación. Ya sea que nos confrontemos con la macilenta mujer sin hogar con la que nos cruzamos en la calle, la sala abarrotada del comedor social de la parroquia, o la cantidad de noticias de los que mueren de hambre por causa de guerras o desastres naturales, la solución parece superarnos, y nuestra impotencia se convierte en el agente de nuestra indiferencia.
Jesús, percibiendo el hambre de los reunidos junto al mar de
Galilea para escuchar sus enseñanzas, dijo a sus discípulos que consiguieran algo de comida para alimentarlos. Pasmados por el tamaño de la multitud y abrumados por el problema, decidieron distanciarse de éste y de la gente, respondiendo, “No tenemos más que cinco panes y dos peces”.
Pero Jesús sabía cómo abordar el hambre, tanto la física de la
multitud, como la espiritual de los discípulos: una persona a la
vez. Y negó el poder del mal, de la herramienta que tan a menudo utiliza para que ni siquiera lo intentemos: la indefensión.
Cuando no estamos indefensos, tampoco lo están quienes necesitan nuestra ayuda.
— Mark Hollingsworth
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