Domingo de Ram os, Marzo 24
¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!
¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Algunos de los
fariseos que estaban entre la gente le reclamaron a Jesús:
¡Maestro, reprende a tus discípulos! Pero él respondió:
Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras.
— Lucas 19:38-40
Jesús no fundó una religión sino un movimiento: la llegada del
Reino de los cielos o, en el lenguaje de este folleto cuaresmal, un viaje para sanar a un mundo que sufre. El Domingo de Ramos,
marca un momento crucial en ese movimiento, el recuerdo del
desfile triunfal de Jesús en Jerusalén, el comienzo de la Semana Santa que nos traslada hacia las horas oscuras en la Cruz y por ella hacia la luz de la Pascua.
La procesión de hoy inicia ese movimiento de muchas maneras, pero no como la gran entrada de un emperador victorioso ni un inmenso despliegue de poder militar; sino con la aclamación espontánea dada a un rey cabalgando en un burro, señal de que el trabajo de sanidad, la esperanza del mundo, llegará con sencillez y humildad. La multitud aclama mientras Jesús entra. Poco después le volverán las espaldas.
Hoy, las liturgias en nuestras iglesias capturarán ese latigazo
espiritual, pasando rápidamente de la celebración festiva a narrar la Pasión triste y sombría. Este día especial nos da la oportunidad de pensar en donde estamos al comenzar esta Semana Santa. ¿Nos uniremos al movimiento hacia la sanidad de un mundo sufriente, o le volveremos nuestras espaldas? ¿O tal vez peor, sencillamente nos apartaremos?
—Jay Sidebotham
No hay comentarios:
Publicar un comentario