Sábado santo, Marzo 30
Si a un árbol se le derriba, queda al menos la esperanza
de que retoñe y de que no se marchiten sus renuevos.
Tal vez sus raíces envejezcan en la tierra y su tronco
muera en su terreno, pero al sentir el agua, florecerá;
echará ramas como árbol recién plantado.
— Job 14: 7-9
En mi experiencia, no muchas congregaciones observan el Sábado Santo. A menudo vamos directamente de la agonía del Viernes Santo a la alegría del día de Pascua. Pero el Libro de Oración Común proporciona un hermoso Oficio para ese día. La Colecta incluye una petición sorprendente: “Concede que, así como el cuerpo crucificado de tu amado Hijo fue puesto en el sepulcro y descansó en este Sábado santo, de la misma manera aguardemos con él la venida del tercer día, y resucitemos con él a la vida nueva”.
En otras palabras, incluso la resurrección hace una pausa para el descanso del sábado. Nuestra cultura no acepta fácilmente el descanso sabático y tampoco la contemplación de la muerte.
Pero la Pascua no llega sin el Viernes Santo ni la nueva vida sin el fin de la anterior.
Si queremos hacer realidad la nueva creación en nuestro mundo, me pregunto qué de nuestra antigua vida tendrá que morir para que aparezca la nueva. Tal vez tendremos que hacer una pausa en nuestro ajetreo constante y abrir espacio al descanso y la contemplación. Ciertamente, nuestra búsqueda de la riqueza debe morir si queremos compartir nuestra abundancia con los necesitados.
Mientras anhelamos el gozo de la Pascua, detengámonos aquí por un momento. Miremos la muerte con valentía, sabiendo que una nueva vida nos espera.
— Scott Gunn
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