La historia del aristócrata joven y rico es difícil para muchos de nosotros. Como él, estamos consternados por el reclamo de Jesús a entregar todo lo que tenemos y seguirlo. ¿Cuántos predicadores a través de los años han intentado consolarnos diciendo que no hemos de tomar esas palabras literalmente? Francisco de Asís hizo lo contrario. Lo entregó todo. Y a diferencia de aquel joven que se fue triste, Francisco se encontró lleno de gozo y paz.
Ya sea que nos consideremos ricos o pobres, el hecho es que a menudo no somos nosotros los dueños de nuestras posesiones
sino que las posesiones son nuestro dueño. Nuestra preocupación por lo que tenemos o no tenemos puede ser crónica y debilitante. Tal vez no estoy dispuesto a hacer lo mismo que Francisco, pero puedo optar por hacer decisiones sobre el dinero y las cosas centradas en Cristo y, por la gracia de Dios, abandonar el estrés que las acompaña.
- C. K. Robertson
No hay comentarios:
Publicar un comentario