Miércoles de Cenizas, Febrero 13
Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.”
También les dijo: “Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla;todo esto les servirá de alimento. Y doy la hierba verde como alimento a todas las fieras de la tierra, todas las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se arrastran por la tierra.” Y así sucedió.
Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno.
Y vino la noche, y llegó la mañana: ése fue el sexto día.
— Génesis 1:27-31
En el último acto de la historia de la creación, Dios crea a la humanidad y le encarga la mayordomía de todos los demás animales. Toda la creación es bendecida y la declara “muy buena”.
A menudo no se advierte que se espera que todos los animales, incluyendo los seres humanos, sean vegetarianos.
Gran parte de la imaginería bíblica del Reino de Dios tiene que ver con el alimento, no sólo el mínimo indispensable, sino el suficiente para terminar con el hambre y el acaparamiento. El banquete celestial es un repudio a la escasez de alimentos, pues la intención divina en la creación es la seguridad alimentaria. Las hambrunas y las guerras por los alimentos y los medios para producirlos (tierra, agua, mano de obra, combustible y fertilizantes) continúan hoy.
La inseguridad alimentaria rige la vida de muchas personas, una medida de cuán lejos estamos del reinado de la abundancia de Dios.
El testimonio bíblico pide amar a quien y a lo que Dios ha hecho.
Amar a nuestro prójimo implica asegurar que tiene lo suficiente para comer. Nuestras propias decisiones hacen la diferencia.
Comer más sencillamente, más vegetales, granos y frutas y menos alimentos de origen animal, que no sólo es mejor para nuestra salud, sino porque además aumenta nuestra capacidad para alimentar a más personas más adecuadamente. Por ejemplo: producir una libra de proteína animal, exige aproximadamente cien
veces más agua que para una libra de proteína vegetal.
Oremos: “venga tu Reino, a la tierra... Danos hoy nuestro pan de cada día”.
¡Oremos... y actuemos!
— La Reverendísima. Katharine Jefferts Schori
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