Sábado, Febrero 16
Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.
— Juan 6:35
El pan es importante en mi vida, en casa es un elemento básico.
Siempre hay algún tipo de pan en la casa, y las raras ocasiones cuando falta la harina, pueden precipitar una pequeña crisis.
El pan es también el centro de mi trabajo. Cuando serví como ministra de campo, el objetivo fue siempre tener verdadero pan en la comunión, incluso mejor si era casero. Después del culto, el pan era parte de la comida que compartíamos. Y mientras comíamos,hablábamos de las muchas personas que no tienen pan para comer y tampoco seres queridos y amigos con los que reunirse. El pan como sustento, partimiento del pan, familiares y amigos, tantas
metáforas e imágenes. Realmente lo comprendimos.
Pero no importan las circunstancias, el acto de comer pan es hecho sagrado cuando ha sido preparado por manos conocidas. Mucho mejor es ese primer bocado de pan caliente recién salido del horno, el suave olor de la levadura todavía percibiéndose en el aire.
Cada vez que horneo pan, me pregunto por qué no lo hago más a menudo. Vale la pena hacerlo aunque sea sólo por esos primeros bocados. Por desgracia, he dejado la costumbre de hornear, pero aún lo recuerdo. El deseo de pan fresco, elaborado a mano, es como mi hambre de Jesús, no tiene fin.
Tal vez esta es la disciplina espiritual a la que me llama este tiempo de Cuaresma: hornear, partir y compartir el pan para recordar mejor al que satisface realmente.
— Jennifer Baskerville-Burrows
Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.
— Juan 6:35
El pan es importante en mi vida, en casa es un elemento básico.
Siempre hay algún tipo de pan en la casa, y las raras ocasiones cuando falta la harina, pueden precipitar una pequeña crisis.
El pan es también el centro de mi trabajo. Cuando serví como ministra de campo, el objetivo fue siempre tener verdadero pan en la comunión, incluso mejor si era casero. Después del culto, el pan era parte de la comida que compartíamos. Y mientras comíamos,hablábamos de las muchas personas que no tienen pan para comer y tampoco seres queridos y amigos con los que reunirse. El pan como sustento, partimiento del pan, familiares y amigos, tantas
metáforas e imágenes. Realmente lo comprendimos.
Pero no importan las circunstancias, el acto de comer pan es hecho sagrado cuando ha sido preparado por manos conocidas. Mucho mejor es ese primer bocado de pan caliente recién salido del horno, el suave olor de la levadura todavía percibiéndose en el aire.
Cada vez que horneo pan, me pregunto por qué no lo hago más a menudo. Vale la pena hacerlo aunque sea sólo por esos primeros bocados. Por desgracia, he dejado la costumbre de hornear, pero aún lo recuerdo. El deseo de pan fresco, elaborado a mano, es como mi hambre de Jesús, no tiene fin.
Tal vez esta es la disciplina espiritual a la que me llama este tiempo de Cuaresma: hornear, partir y compartir el pan para recordar mejor al que satisface realmente.
— Jennifer Baskerville-Burrows
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