Meditación para el 27 de marzo,
tercer domingo de Cuaresma.
Jeremías 6:9-15tercer domingo de Cuaresma.
Estoy lleno de tu ira, Señor; ya no puedo contenerla. El Señor me
dijo: “Derrámala sobre los muchachos en la calle, sobre las pandillas
de jóvenes. Se llevarán presos a los maridos con sus esposas y a
los ancianos cargados de años. Todos, grandes y pequeños, solo
piensan en las ganancias mal habidas; profetas y sacerdotes, todos
cometen fraudes.” (6:11, 13)
Esta lectura de Jeremías es una de las que yo preferiría evitar
porque habla de la ira de Dios. ¿Acaso, no es el amor la naturaleza
de Dios? En conclusión, “Sí”—y es por eso que Dios está enojado:
“Han tratado a la herida de mi pueblo descuidadamente.” Dios es el
amante del herido; aquel que se levanta en la defensa de los pobres.
Como hijos de Dios, ¿de qué manera seguimos este ejemplo?
Todos oramos por la paz, pero nuestras palabras no son
suficientes. ¿Cómo pueden nuestras acciones convertirse en
plegarias vivientes—no para evitar la cólera de Dios, sino para
vivir nuestra identidad como seguidores de Dios? A medio camino
de esta estación sagrada, todavía hay tiempo suficiente para que
nosotros “Demos la vuelta y vivamos” de manera más completa
en Dios. Algunas maneras de comenzar esto es explorando las
necesidades que existen dentro de 10 millas alrededor de nuestras
congregaciones, o por medio de dar nuestro apoyo a personas que
viven en la pobreza a nivel mundial a través de la Agencia Episcopal
de Alivio y Desarrollo.
—Joy Daley
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