

Este es un día de espera. Lo peor
ha ocurrido. Lo mejor aún no llega.
Clavado en la cruz sólo ayer, Jesús
está muerto, y su muerte hace que
todo parezca al máximo irrelevante—y
en lo mínimo, una broma cruel.
Los discípulos están dispersos,
extremadamente conscientes de la
pérdida e incapaces de imaginar la
nueva vida que llegaría a destruir la
muerte para siempre.
En el trabajo que la iglesia es llamada a hacer entre los maltratados
y los quebrantados, es tan difícil poder ver la plena manifestación de
la nueva vida y la esperanza renovadora que es el fruto de nuestra
fidelidad. Así que debemos vivir todos nuestros días esperanzados,
creyendo que las semillas dadas al agricultor en Sudán un día
alimentarán a su familia, y el pozo que se está perforando suplirá el
agua a un pueblo salvadoreño necesitado.
Porque no vemos el fruto siempre, debemos siempre creer en la
promesa de que nada está perdido, y que la vida, no la muerte, es la
palabra final de Dios.
—Duncan Gray III
No hay comentarios:
Publicar un comentario