sábado, 19 de abril de 2014

Sábado Santo

“¿Respetarás la dignidad de todo ser humano?”
—El Libro de Oración Común, página 225

¿Cada ser humano? Ciertamente hago el esfuerzo para
respetar la dignidad de cada persona que veo en la iglesia, y en las
personas que me encuentro día a día. Pero ¿cada ser humano? ¿Todos
los siete billones? ¿Puedo orar por ellos? ¿Qué más puedo hacer?
Aunque hay billones de personas que nunca veremos, nuestras
acciones tienen consecuencias que llegan mucho más allá de lo que
nos imaginamos.
Cada dólar que gastamos tiene un potencial ético. Se puede hacer el
bien cuando lo gastamos de una manera. O podemos apoyar empresas
que hacen un gran mal al gastarlo de diferente manera.
No creo que nos gustaría comprar los zapatos de un vecino que sabemos
que forzó a sus hijos a que los hicieran, sin embargo sin tratar de saber
algo de lo que compramos, hacemos compras semejantes cada día.
¿Apoyamos a campesinos que pagan a sus trabajadores un salario
justo, o buscamos los alimentos más baratos sin importar cómo se
trata a las personas que lo han cosechado? Casi cada teléfono celular
tiene trabajo de esclavos dentro de él. ¿Qué siente nuestro espíritu
cuando sabemos que nuestra acción de comprar un teléfono ha
mantenido a un niño en la esclavitud? ¿Cómo podría cambiar nuestra
relación con lo que compramos el saber que alguien ha sido abusado al
hacer los productos que gozamos? ¿Cómo podría eso cambiarnos?
Sí, estas son preguntas complicadas. Y sí, a eso nos comprometemos
en el bautismo. “¿Tratarás de trabajar por la justicia y la paz entre todas
las personas, y respetar la dignidad de cada ser humano?”
¿Cómo nos atrevemos a contestar: ‘Sí, lo haré’?
Sólo ‘Con la ayuda de Dios’.
—Rosa Lee Harden

viernes, 18 de abril de 2014

Viernes Santo

Dios de poder inmutable y luz eterna: Mira con favor 
a toda tu Iglesia, ese maravilloso y sagrado misterio; 
por la operación eficaz de tu providencia lleva a cabo en 
tranquilidad el plan de salvación; haz que todo el mundo vea 
y sepa que las cosas que han sido derribadas son levantadas, las cosas 
que han envejecido son renovadas, y que todas las cosas están siendo 
llevadas a su perfección, mediante aquél por quien fueron hechas, tu Hijo 
Jesucristo nuestro Señor; que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu 
Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén. 
—El Libro de Oración Común, pag.  200 


Pregúntale a cualquier persona episcopal cuál es la oración favorita
en El Libro de Oración Común, y muchos de nosotros mencionaremos
ésta. Aparece varias veces: el Viernes Santo, durante la Gran Vigilia
de Pascua, inmediatamente antes de la renovación de los votos
bautismales, y durante las ordenaciones. Su poesía—y su visión—son
cautivadoras—y sin duda, son también peligrosas.
O Dios, favor de cuidar de tu iglesia—no nuestra iglesia, sino tuya.
Que todo el mundo vea y sepa; en otras palabras, la vida de la iglesia
es una vida pública, dedicada a llegar a ser un testimonio de la
actividad y propósito del Dios vivo. Y ¿qué está haciendo Dios? ¿Cuál
es este plan de salvación? Dios eleva las cosas que se han caído. Dios
está renovando todo lo que se ha hecho viejo e incrustado. Dios
está abrazando con amor toda a creación, por medio del Encarnado,
Jesucristo, y por medio de su cuerpo, la iglesia.
Me gusta que rezamos esta oración con frecuencia. En la desolación
del Viernes Santo, me da esperanza. En la oscuridad de la Vigilia
Pascual, puedo ver la luz en el horizonte. Cada vez que decimos “Así,
lo haré” en el bautismo u ordenación, recordamos ese gran pacto.
Vemos a Cristo, con los brazos bien extendidos para abrazar y renovar
al mundo. Vemos nuestros brazos, extensiones de los suyos, elevando y
renovando. Es peligroso pero vale la pena.
—Stephanie Spellers

jueves, 17 de abril de 2014

Jueves santo 17 de abril

Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo 
he hecho con ustedes.
—Juan 13:15

En la tarde del Jueves Santo, la iglesia celebra una de las liturgias más
hermosas y complejas del año. En la mayoría de las congregaciones,
la gente se reúne para recordar tanto el lavatorio de los pies como la
institución de la primera Eucaristía—dos actos centrales de la última
cena de Jesús con sus amigos. Aun en medio de la Semana Santa, la
Eucaristía se celebra con alegría. Con frecuencia, el altar se despoja
completamente en preparación para el Viernes Santo. Pero también se
tiene el lavatorio de los pies.
Muchas congregaciones omiten esta práctica, algunas veces la suavizan
cuando se cambia a lavar las manos. En verdad, en nuestra cultura,
el tocar los pies unos de otros parece romper un tabú. Es por eso que
es tan importante, me parece, el hacer lo que Jesús mandó—practicar
este signo de vulnerabilidad y amor cuando lavamos los pies de otros
y nos dejamos lavar los pies. Todo orgullo desaparece en este rito, y
nuestra caridad Cristiana es evidente.
En este acto tierno, vemos que en Jesús las distinciones entre los
poderosos y los impotentes se borran. ¿Qué tan diferente sería nuestra
cultura si encontráramos maneras de ser sirvientes y de servir en la
vida diaria?
—Scott Gunn

miércoles, 16 de abril de 2014

Miércoles Santo 16 de abril

Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y 
asigna tareas a sus criadas. Calcula el valor de un campo y 
lo compra; con sus ganancias planta un viñedo. 
Decidida se ciñe la cintura y se apresta para el trabajo.
—Proverbios 31:15-17

A través de mis visitas a programas en el año pasado, he encontrado a
un sin número de mujeres que me sorprendieron, me desafiaron y me
inspiraron por su fuerza y generosidad.
Como lo demuestra la esposa capaz descrita en este proverbio, el
trabajo de las mujeres, nuestras socias, realmente nos sobrepasa a
todas. Se levantan temprano, trabajan todo el día para proveer agua,
comida caliente, y salud y bondad a sus esposos, a sus hijos, y a
muchos otros. Y lo hacen muy frecuentemente con muy pocos recursos
y a pesar de muchos desafíos.
Puedo pensar en particular en una mujer que conocí en Nicaragua el
año pasado. Fue seleccionada por su comunidad para ser promotora
de la agricultura. Esto significa que no sólo asiste a sesiones para
aprender nuevas técnicas para diversificar lo que cultiva y vende y para
conservar su tierra sino también que se compromete a compartir todo
lo que aprende con otras cinco vecinas.
Esta mujer lo hace con mucho entusiasmo, dedicando innumerables
horas para ayudar a mujeres y hombres a que obtengan nuevos
conocimientos y habilidades.
Durante este tiempo de Cuaresma, demos gracias por las
oportunidades que cada uno de nosotros tiene y reflexionemos sobre
las maneas como mujeres en todo el mundo aceptan y comparten
incansablemente nuevas oportunidades.
—Sara Delaney52
20

martes, 15 de abril de 2014

Martes 15 de abril

Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, 
y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y 
compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, 
así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
—Efesios 4:31-32

¿Cuántas veces has escuchado que alguien esta hecho un desastre, es
un caso perdido, que nunca van a aprender? ¿Qué esperamos de las
personas que hemos ignorado en nuestra vida y de aquellos que han
sido ignorados por la sociedad?
Hace unos años tuve el privilegio de trabajar con un grupo de
recicladores de bajos ingresos. A pesar de que eran parte de un
movimiento internacional creciente, las personas eran literalmente
los desechables de su sociedad. Constantemente se les enviaba lejos
como si fueran peor que la basura que recogían. Muchos tenían mucho
orgullo de su trabajo. Era una manera honesta de vivir que proveía un
servicio bueno para el ambiente y muy eficiente. Al organizarse, estas
personas que anteriormente no tenían techo encontraron significado
en su vida y hallaron un camino hacia un futuro sólido para sus hijos.
Durante el proceso de organización, se perdieron a algunas personas.
Éstas fueron las personas que escucharon como verdad lo que
escuchaban en la calle. Comentarios mordaces hechos por personas
llamadas respetables hablando de modo que era muy irrespetuoso,
sumieron a estos trabajadores valientes en la desesperación. Nuestras
palabras cuentan. Usamos nuestras palabras para enviar nuestras
oraciones al cielo, para dar gracias por nuestras bendiciones, y para
transformar nuestro mundo.
¿Qué mensajes usarás para compartir la gracia con todos los que te
escuchen hoy?
—Judith Morrison

lunes, 14 de abril de 2014

lunes 14 de abril

“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, 
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y 
dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”.
—Gálatas 5: 22-23

En su carta a los gálatas, el apóstol Pablo nos invita a que vivamos
centradas con fe en el amor a Cristo liberador, y como esclavas del
amor a nuestro prójimo, dejándonos guiar por los frutos que nos ofrece
el Espíritu Santo, fuente y dador de vida, guía e inspiración para
nuestra vida.
Siempre que nosotras por nuestra propia cuenta o junto con
nuestras comunidades nos sintamos inspiradas a expandir nuestras
oportunidades económicas, siempre que queramos tratar de abrirnos
paso para mejorar nuestra situación económica, contemos ciegamente
y primero que todo, con la presencia del amor divino que a través
de su Espíritu Santo hace que se revelen en nosotras los frutos o las
virtudes necesarias para emprender cualquier esfuerzo de superación
en nuestras vidas. La más importante de esas virtudes es el amor. El
movimiento de ese amor en nuestro ser es la fuente de inspiración, el
motor de arranque de toda empresa. Ese amor es el que al amar a Dios
con todas nuestras fuerzas, amarnos nosotras mismas y amar a los que
nos rodean, nos llena plenamente no solamente de alegría y de paz,
sino también nos hace mostrarnos amables, pacientes y bondadosas.
Sabiéndonos fieles y poniendo toda nuestra confianza en Dios,
creceremos en humildad y en seguridad en sí mismas. Al sentirnos
llenas del Espíritu y fortalecidas con los frutos prodigados, entraremos
en nuestro poder, afirmaremos y compartiremos nuestra sabiduría,
nuestras voces se oirán, nada ni nadie podrá atentar contra nuestros
sueños en busca de nuestro bienestar económico.
—Ema Rosero-Nordalm

domingo, 13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas 
para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados 
de acuerdo con su propósito.
—Romanos 8:28

Es un versículo que puede consolar, pero solo si no lo vemos como una
simple formula—“di las palabras mágicas, frota la lámpara, y el genio
te concederá tres deseos”. No, este versículo no expresa respuestas
fáciles, consoladoras cuando tenemos tiempos difíciles. Al contrario,
expresa la perspectiva divina. No es tan seductora cuando alguien
dice: “reza y Dios compondrá todo”.
El hecho es que hay veces cuando bien podemos repetir las palabras
en el evangelio de san Marcos. Las de un padre que le implora a
Jesús: “Sí creo; ¡ayuda mi incredulidad!” La fe puede ser algo difícil en
momentos cuando nos sentimos abrumados y solos. Hace unos años,
escuché a un sacerdote que pasaba por tiempos muy difíciles con uno
de sus hijos, confesarle a un colega: “No se donde está mi fe en este
momento”. En lugar de regañar a ese sacerdote por admitir tal cosa,
el colega simplemente le puso la mano en el hombro y le contestó
suavemente: “Está bien. En este momento nosotros creeremos por ti”.
La esperanza y el amor vienen juntos para sostenernos cuando
sentimos que la fe está muy lejos de nosotros. La esperanza mira hacia
adelante, abre nuestra perspectiva. El amor nos capacita, nos da fuerza.
Sí, bien podemos admitir que en momentos oscuros, no podemos ver
ninguna razón, ningún sentido, pero podemos atrevernos a esperar
y saber en lo profundo de nuestra alma que de alguna manera, de
algún modo, “todas las cosas trabajan para nuestro bien”. Y hasta que
podamos llegar a ese bien, aquí o en el paraíso, podemos esperar que
nuestros compañeros peregrinos están con nosotros.
—C. K. (Chuck) Robertson

Sabado 12 de abril

“Supongamos que alguno de ustedes quiere construir 
una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, 
para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa 
los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean 
comenzarán a burlarse de él, y dirán: “Este hombre ya no pudo terminar lo 
que comenzó a construir”.
—Lucas 14: 28-30

Mientras fui becaria para una organización de microfinanciación
sin fines de lucro, estuve en Uganda para suministrar la diligencia
debida con algunos de sus socios en el campo en Kampala. La primera
Institución de Microfinanciación (MFI) que visité estaba en completo
desorden. Algunos prestatarios no habían recibido préstamos porque
el dinero para los préstamos había sido usado para pagar préstamos
de prestatarios antiguos que habían perdido el trabajo que les había
garantizado la MFI. Era un desastre.
Y no era la culpa de los prestatarios. Al entrevistar a las personas y
preparar el análisis de la situación, era claro que el problema estaba
con la bien-intencionada fundadora que quería edificar una torre pero
que nunca había pensado bien el plan. Tristemente, muchas personas
a las que ella había empezado a ayudar terminaron peor porque su
sueño de proveer fue de capacitación económica pero no tenía un plan
para cumplirlo. Se me hizo muy clara la lección que no es suficiente
tener buenas intenciones.
—Laura Darling

HORARIO SEMANA SANTA

CATEDRAL EPISCOPAL SANTA MARIA
DE LOS ANGELES
Calendario Semana Santa
13-20 de abril
 Domingo de Ramos 13    10:00 A.M.
 Procesión de Ramos y Santa  Eucaristía
Lunes 14: hora: 10:00 a.m
                         Renovación de votos   Y Bendición de Oleos.
Jueves 17:   7:00 p.m . Lavatorio  de Pies y  Santa Eucaristía

Viernes         18       11:00 a.m. Viacrucis
                         12:00 m Liturgia Viernes Santo

  Sábado19   8:00 a.m Sábado Santo
                        7:00 p.m. Vigilia Pascual.

Domingo de Pascua 20   10:00 a.m.  Santa Eucaristía 

viernes, 11 de abril de 2014

Viernes 11 de abril

Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, 
sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. 
—Gálatas 3:28

Cuando yo era un niño, me gustaba pasar los veranos en el
Campamento Mitchell, campamento y centro de retiro para las
Diócesis de Arkansas. Ese hermoso lugar, situado entre acantilados
con vista al Río Arkansas, es donde muchos jóvenes de Arkansas
encontraron su primera formación como discípulos, y todavía lo
hacen. Cuando empecé mis años de adolescente, me sorprendí al
escuchar que un sacerdote nuevo iba a venir para hacerse cargo del
campamento. Mi sorpresa fue porque el sacerdote era una mujer.
Inmediatamente tome a pecho que yo ya no sería feliz en el
Campamento Mitchell. Los sacerdotes que había conocido en el
campamento eran parte del lugar para mí. Así que fui a ver al Padre
Pepe Tucker. Él, para mí, era lo que un sacerdote debe ser y debe
de hablar. Siempre parecía anciano, y siempre sonreía. “Padre Pepe,
¿cómo puede ser sacerdote una mujer?”
“Sean,” me llamó con esa sonrisa, “cuando Jesús extendió los brazos en
la cruz, los extendió para todo el mundo—para cada hombre, y mujer,
y niño y niña. Así que no sólo los hombres pueden compartir el abrazo
de Cristo con el mundo. Todas las personas lo pueden hacer”.
En ese momento, mi modo de ver el mundo cambió dramáticamente.
Y cuando me encontré a la Revda. Peggy Bosmyer, la primera mujer
ordenada al sur de la línea Mason-Dixon, me dio una visión de Cristo
que se extendió más allá del horizonte de esa vista en la cima de la
montaña.
Hoy en día, no sólo busques a Cristo en todas las personas; se Cristo
para todas las personas.
—Sean McConnell

jueves, 10 de abril de 2014

Jueves 10 de abril

Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, 
el mundo y cuantos lo habitan; porque él la afirmó 
sobre los mares, la estableció sobre los ríos.
—Salmo 24:1-2

El compartir está al centro de la práctica del amor cristiano de unos
por otros. Mis padres podrían levantar una ceja a esto, dado que
cuando niña yo era muy mala para compartir con mis hermanas.
Habiendo aprendido por mi propio mal ejemplo, aprecio que el
compartir nos enseña a depender unos de otros y a edificarnos unos
a otros para el bien de todos.
Como cristianos, podemos compartir aún más libremente porque
somos de Dios, y todo lo que tenemos viene de Dios. El compartir
nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros tesoros edifica el cuerpo
de Cristo. Veo ejemplos de esto en los grupos que se ayudan a sí
mismos apoyados por la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo en
Guatemala, donde las mujeres se reúnen para animarse unas a otras
a ahorrar dinero, aprender habilidades, y mejorar su vida por medio
de esfuerzos con empresas pequeñas. Lo veo en los bancos de búfalos
de la comunidad de Myanmar, donde los miembros de la comunidad
“piden prestado” un par de animales para labrar su tierra, y luego
regresan dos crías de búfalos al banco para que sus vecinos puedan
tener la oportunidad de beneficiarse. Veo inspiradores ejemplos de
dar de los miembros de la iglesia aquí en los Estados Unidos, que ven
este trabajo como un modo de buscar y servir a Cristo en otros, cerca
y lejos.
Busquemos todas el compartir de nosotras mismas con nuestras
hermanas y hermanos en todo el mundo, y así continuar realizando el
Reino de Dios.
—Faith Rowold

miércoles, 9 de abril de 2014

miércoles 9 de abril

El Señor es mi fortaleza y mi escudo; en él confía mi 
corazón, y fui ayudado. Por ello salta mi corazón con júbilo, 
y con mi canción le alabaré. 
—Salmo 28:8-9


¿No es reconfortante saber que no viajamos solos en el camino de
nuestra vida? Cuando creemos que ya no podemos dar un paso más,
ni tomar una decisión más, ni ayudar a una persona más, recibimos
fuerza de nuestro Señor para continuar.
El pueblo haitiano encuentra fuerza en el Señor y da gracias. En medio
de pobreza extrema, de temblores, de inundaciones, de sufrimiento
y de desventura, brilla el espíritu indomable de Haití. El amor de
Jesús los sostiene e inspira a vivir día a día. Aun el transporte local
en Puerto Príncipe muestra citas e inscripciones bíblicas como un
recuerdo conmovedor para todos: “Jesús Te Ama” “Merci Jesús”.
El amor de Cristo está siempre presente cuando la Agencia Episcopal
de Alivio y Desarrollo se asocia con la Diócesis Episcopal de Haití,
para reconstruir hogares y vidas después de los desastres. Ofrecen
dinero por el trabajo de las personas y micro-préstamos para negocios
pequeños. También apoyan el Instituto del Obispo Tharp, un colegio
de la comunidad, que ayuda a preparar a jóvenes para el mundo de
negocio y tecnología. Con estudios e iniciativas, poco a poco, las
comunidades se hacen más fuertes, con la ayuda de Dios.
¿Cómo te da el Señor fuerzas hoy? ¿Cómo darás gracias?
—Judy Quick

martes, 8 de abril de 2014

Martes 8 de abril

Al atardecer se le acercaron los doce y le dijeron: 
—Despide a la gente, para que vaya a buscar alojamiento 
y comida en los campos y pueblos cercanos, pues donde 
estamos no hay nada.—Denles ustedes mismos de comer 
—les dijo Jesús.—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a 
menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente —objetaron 
ellos, porque había allí unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus 
discípulos:—Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta 
cada uno. Así lo hicieron los discípulos, y se sentaron todos. Entonces 
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, los 
bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los 
repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, 
y de los pedazos que sobraron se recogieron doce canastas.
—Lucas 9:12-17

La casa de Juanita es de un solo cuarto dividido por una manta colgada—
un lugar para estar y el otro para dormir. En un rincón están los trastes
y el área para el fuego-su pequeña cocina. Ella vive en este lugar polvoso
con sus dos hijos y tres hermanas y paga la colegiatura para todos ellos.
Juanita es muy afortunada. La comunidad la identificó como una
muchacha en peligro, y se le aceptó en un programa de entrenamiento
para ser peluquera. Juanita, como millones de mujeres alrededor del
mundo, brilla con sueños de ser empresaria. Mientras yo me siento
abrumada por la necesidad, las barreras sistemáticas y las sin número
de personas en peligro, ella busca un préstamo para comprar un
secador de pelo. Por medio de ella, escucho a Jesús, quien no se asusta
por las multitudes, sino pide a Dios que le ayude, y crea abundancia
con lo que tiene a la mano. Las palabras de Jesús: “que se sienten en
grupos” cambian mi parálisis y me empujan a preguntar qué veo. ¿Veo
necesidad y desesperación o bienes y oportunidades? Si me propongo
a ver por los ojos de Jesús ¿qué es posible?
—Jackie VanderBrug

lunes, 7 de abril de 2014

Lunes 7 de abril

Les contó otra parábola: “El reino de los cielos es como un 
grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. 
Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando 
crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en 
árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas”.
—Mateo 13:31-32

Me gusta la miel tanto como la mostaza. Las abejas y la miel son
uno de mis proyectos favoritos de la Agencia Episcopal de Alivio y
Desarrollo. Siempre les pregunto a nuestros socios si puedo ver sus
proyectos para el cuidado de las abejas. Me fascinan las abejas, su
cuidado, la polinización y la miel. Cuando era joven me encantaba
caminar por los campos con mi abuelo campesino de Nebraska para
ver sus abejas, asegurarnos de que estuvieran sanas, creciendo bien y
ayudando a que sus cultivos crecieran en abundancia.
Para los campesinos de pequeña escala, que no pueden mantener
Ganado, las abejas pueden cambiar su vida. Recuerdo muy bien un
grupo de mujeres en Kenya que orgullosamente me mostraron sus
abejas y colmenas, dándome instrucciones sobre lo básico para cuidar
de las abejas, insistiendo que yo probara su miel, explicando cómo
llevan sus botellas de miel al mercado, y sus planes para engrandecer
su negocio para beneficio de toda la aldea. No tenían que decírmelo,
pues era abundantemente claro que las abejas les infundían esperanza
e provocaban transformación en su vida y a su comunidad.
¡El reino de los cielos es como una colmena!
—Brian Sellers-Petersen

domingo, 6 de abril de 2014

Quinto Domingo en Cuaresma

Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Mateo 6:21

Recuerdo que cuando era niño, mi mamá y yo tuvimos que mudarnos
a un apartamento pequeño. El edificio tenía una alberca y un gran
cantidad de niños. Éramos pobres, pero yo no lo sabía. Era feliz. Mi
mamá sólo había terminado la secundaria y aunque ella tenía varios
trabajos, el dinero era poco.
Unos meses después de habernos mudado, recibió una llamada de
una amiga que deseaba saber si podía venir para traernos un regalo de
bienvenida al nuevo hogar. La amiga de mi mamá nos trajo seis cajas
de alimentos. Mi mamá empezó a llorar.
Años después, me enteré que teníamos sólo 29 centavos en el
banco esa noche. Teníamos un poco de pan y un tazón casi vacío
de mantequilla de cacahuate (maní) que para sostenernos por dos
semanas. Mamá no le había dicho a nadie, sólo rezaba que Dios
proveyera. Fue un momento crucial en la fe de mi madre, no sólo en
Jesús, sino también en sí misma.
Fue una pequeña inversión, el darnos comida, pero llegó a ser la
acción catalizadora que cambió nuestra vida para siempre.
El sentirse segura de que tenía lo suficiente para nuestras necesidades
le dio confianza a mi mamá. Esa confianza le dio fuerzas para
regresar a sus estudios y recibir múltiples títulos. Luego ella abrió una
escuela para ayudar a los que habían dejado sus estudios a fin de que
terminaran la secundaria y siguieran a estudios superiores.
De esta manera, la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo ayuda
a que las comunidades respondan a sus propias necesidades, ganen
confianza y abran oportunidades para moverse de la escasez
a la seguridad.
¿Cómo podemos convertirnos en catalizadores para otras personas?
—Chad Brinkman

Sábado 5 de abril

El que es generoso será bendecido, pues comparte su 
comida con los pobres.
—Proverbios 22:9

En la oscuridad de la noche, mientras sus familias dormían pacífica e
inconscientemente, nueve mujeres en el oeste de Tennessee horneaban
pan. Querían devolver algo a la comunidad, ofrecer dones de bondad,
ayudar a otras sin ninguna expectativa de que les regresen el favor.
Ellas escuchaban a escondidas en las tiendas, oyendo a personas que
necesitaban ayuda, fijándose cuando alguien tenía que dejar a un lado
pan o leche por falta de dinero. Y ellas llenaban el carrito y pagaban
la cuenta. Pasaban por los barrios en las noches calientes y anotaban
las direcciones de las casas que tenían ventiladores en las ventanas—
señal que no tenían aire acondicionado. Dejaban regalos en el pórtico,
incluyendo pan hecho en casa y una nota que decía: “Alguien te
quiere”. Si se necesitaba pagar por electricidad, ellas enviaban dinero a
la compañía, no hacían preguntas.
Desde los 1970, este grupo de mujeres ha obrado con generosidad
extraordinaria—y cautela. Sus buenas obras se hicieron públicas hace
un año, con una historia por Lori Weiss que se ha puesto una y otra
vez en todo el internet.
Al principio cuando empezaron, se preguntaban cómo podrían
sufragar esa misión. Dejaron de mandar sus blusas a la tintorería,
empezaron a recortar cupones, y encontraron modos de ahorrar en sus
propios gastos para poder gastar a favor de otros. Estas nueve mujeres
al principio soñaban de tener por lo menos un millón de dólares para
ofrecer. En los últimos 35 años han contribuido cerca de $900,000
para difundir felicidad y compasión en sus comunidades y más allá.
¡Las que son generosas, en verdad, son bendecidas!
—Richelle Thompson

viernes, 4 de abril de 2014

Viernes 4 de Abril

Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella; 
el mundo y cuantos lo habitan.
—Salmo 24:1

Cuando tengo sesiones de entrenamiento con agricultores de
subsistencia, siempre comienzo con un estudio de este pasaje bíblico.
Recordamos que somos llamados a ser guardianes de la creación y no a
ser sus dueños. Nos ayuda a recordar nuestro lugar correcto ante Dios.
Hago la pregunta: “¿Qué me pueden decir del lugar en donde tiras tu
basura? ¿Le pertenece a Dios?” El darnos cuenta que todas las cosas
le pertenecen a Dios nos ayuda a considerar nuestras posesiones más
livianamente, a compartir los recursos más generosamente y a hacer el
esfuerzo necesario para ser mejores administradores de lo que se nos
ha dado.
Esta lección es tan importante en el mundo desarrollado como para
los agricultores rurales. Nosotros, a quienes se les ha dado acceso a
más recursos estamos llamados a no acumular lo que tenemos. Lo que
tenemos le pertenece a Dios, y estamos llamados a compartirlo para
que los demás tengan también la oportunidad de ser administradores
de los recursos de Dios.
He visto la luz que brilla en los ojos de una persona a quien
consideramos humilde, nada más que un agricultor de subsistencia,
pero a través del estudio de las Sagradas Escrituras descubrí que los
agricultores están llamados a una tarea honorable y noble siendo
guardianes de la creación, administradores de las riquezas de Dios.
¿Cuál tiempo, cuales talentos y recursos se te han dado? ¿Cómo puedes
ser buen administrador hoy día? ¿Cómo puedes compartir lo que
tienes para capacitar a los demás?
—Robbin Denney

jueves, 3 de abril de 2014

Jueves 3 de Abril

Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán 
la ley de Cristo.
—Gálatas 6:2

Durante la peregrinación a Ghana de la Agencia Episcopal de Alivio y
Desarrollo en 2013, me sentí particularmente bendecido al visitar una
de las pequeñas haciendas en la parte norte del país. Caminamos un
buen trecho en medio de un hermoso trigal hasta que vimos colores
vibrantes entre los tallos. Era la ropa de los trabajadores agachados
y espigando. Hombres y mujeres juntos, como unos veinte en total,
formaban una línea derecha y metódicamente espigaban todo el
campo. Con gran alegría, terminaron unos minutos después.
Supimos después que los espigadores del campo eran todos vecinos
del real hacendado dueño de esa tierra, quien era una de esas personas
espigando. El resto de la gente eran sus vecinos, todos ayudaron ese
día a espigar su campo. Al día siguiente, el mismo grupo iría a otro
campo, y luego otro, hasta que el trabajo de la comunidad quedaba
hecho.
Lo que vi fueron vecinos ayudando a vecinos, sin importar una
victoria individual competitiva. Creo que cumplían la directiva a los
Gálatas 6:2, “Sobrelleven los trabajos unos de otros, y de esta manera
cumplirán con la ley de Cristo”. ¡Ay! Cuando amamos a nuestros
vecinos como a nosotros mismo, todo el mundo parece lleno de
vitalidad y alegría.
—Sam Candler

Miércoles 2 de abril

El que es generoso será bendecido, 
pues comparte su comida con los pobres.
—Proverbios 22:9

Proverbios 22:9 es una máxima de amor, el amor de los unos por
los otros es algo que debemos cultivar. El compartir generosamente
con aquellos menos favorecidos, hace la diferencia en nuestras vidas
e impacta en la de ellos.— Podemos afirmar que la bendición que
se recibe al ser hacedores de ésta palabra es doble: una al ver como
las vidas de nuestros hermanos y hermanas que viven en necesidad
van siendo transformadas, y la segunda porque cuando tenemos un
corazón generoso, nuestro Padre Celestial nos bendice con creces en
todo cuanto emprendemos en una manera que no podemos imaginar.
Una de mis bendecidas experiencias en mi vida, ha sido el trabajar en
mi país, Honduras, con Programas de Microfinanciación auspiciados
por la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo, programas por medio
de los cuales los y las participantes no solo tienen la oportunidad de
beneficiarse económicamente sino espiritualmente, ya que a través de
éstos programas hemos llevado a la par las buenas nuevas de salvación.
Definitivamente el ver cómo esas vidas van siendo cambiadas de una
u otra manera; y el escuchar testimonios de mujeres que viven en
las diferentes comunidades donde trabajamos quienes expresan su
agradecimiento por las bondades de los programas de micro finanzas,
porque les han ayudado a sentirse útiles y empoderadas al lograr
aportar a la economía de sus hogares es una bendícíón. Esa alegría
reflejada en sus rostros, esos sentimientos que afloran en ellas al
hablar de ese empoderamiento constituyen el mejor regalo que se
puede recibir por la labor realizada.
A lo largo y ancho de este mundo donde los pobres y marginados son
más, existe mucha necesidad de una mano amiga, generosa, que ayude
a éstos hermanos y hermanas quienes solamente están esperando esa
oportunidad única y valiosa para poder avanzar, para ser forjadores de
un mundo mejor, tanto para sí mismos como para sus familias que les
brinde la oportunidad de vivir con decoro, con dignidad.
Oremos por esos corazones bondadosos que están cambiando vidas
significativamente, que Nuestro Señor les bendiga prodigiosamente,
asimismo por la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo y sus socios
quienes en forma conjunta estamos trabajando en la construcción
de un mundo más humano, más justo, y por ende más acorde con la
voluntad de Dios.
—Connie Sánchez

martes, 1 de abril de 2014

Martes 1 de Abril

—Todos ésos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más 
me falta?—Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que 
tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. 
Luego ven y sígueme. Cuando el joven oyó esto, se fue triste 
porque tenía muchas riquezas. 
—Mateo 19:20-22


Yo quiero saber, como dice Pablo Harvey, “el resto del cuento”.
Sí. Entiendo. Se alejó triste. Pero ¿terminó su duelo? ¿Llegó a
comprender que sus cosas materiales no lo definen? ¿Hizo por fin lo
que Jesús pidió? ¿Lo fue a encontrar? ¿Se propuso alcanzar a Jesús en
la siguiente parte del camino?
Porque sí es un camino. Muy pocas de nosotras lo entendemos
inmediatamente. Necesitamos tiempo… tiempo para pensar, para
llorar, para estar a solas con Dios, para olvidarnos de nosotras mismas.
Esta historia no termina aquí. Eso me da esperanza.
—Hermana Claire Joy