“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y
dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”.
—Gálatas 5: 22-23
En su carta a los gálatas, el apóstol Pablo nos invita a que vivamos
centradas con fe en el amor a Cristo liberador, y como esclavas del
amor a nuestro prójimo, dejándonos guiar por los frutos que nos ofrece
el Espíritu Santo, fuente y dador de vida, guía e inspiración para
nuestra vida.
Siempre que nosotras por nuestra propia cuenta o junto con
nuestras comunidades nos sintamos inspiradas a expandir nuestras
oportunidades económicas, siempre que queramos tratar de abrirnos
paso para mejorar nuestra situación económica, contemos ciegamente
y primero que todo, con la presencia del amor divino que a través
de su Espíritu Santo hace que se revelen en nosotras los frutos o las
virtudes necesarias para emprender cualquier esfuerzo de superación
en nuestras vidas. La más importante de esas virtudes es el amor. El
movimiento de ese amor en nuestro ser es la fuente de inspiración, el
motor de arranque de toda empresa. Ese amor es el que al amar a Dios
con todas nuestras fuerzas, amarnos nosotras mismas y amar a los que
nos rodean, nos llena plenamente no solamente de alegría y de paz,
sino también nos hace mostrarnos amables, pacientes y bondadosas.
Sabiéndonos fieles y poniendo toda nuestra confianza en Dios,
creceremos en humildad y en seguridad en sí mismas. Al sentirnos
llenas del Espíritu y fortalecidas con los frutos prodigados, entraremos
en nuestro poder, afirmaremos y compartiremos nuestra sabiduría,
nuestras voces se oirán, nada ni nadie podrá atentar contra nuestros
sueños en busca de nuestro bienestar económico.
—Ema Rosero-Nordalm
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y
dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”.
—Gálatas 5: 22-23
En su carta a los gálatas, el apóstol Pablo nos invita a que vivamos
centradas con fe en el amor a Cristo liberador, y como esclavas del
amor a nuestro prójimo, dejándonos guiar por los frutos que nos ofrece
el Espíritu Santo, fuente y dador de vida, guía e inspiración para
nuestra vida.
Siempre que nosotras por nuestra propia cuenta o junto con
nuestras comunidades nos sintamos inspiradas a expandir nuestras
oportunidades económicas, siempre que queramos tratar de abrirnos
paso para mejorar nuestra situación económica, contemos ciegamente
y primero que todo, con la presencia del amor divino que a través
de su Espíritu Santo hace que se revelen en nosotras los frutos o las
virtudes necesarias para emprender cualquier esfuerzo de superación
en nuestras vidas. La más importante de esas virtudes es el amor. El
movimiento de ese amor en nuestro ser es la fuente de inspiración, el
motor de arranque de toda empresa. Ese amor es el que al amar a Dios
con todas nuestras fuerzas, amarnos nosotras mismas y amar a los que
nos rodean, nos llena plenamente no solamente de alegría y de paz,
sino también nos hace mostrarnos amables, pacientes y bondadosas.
Sabiéndonos fieles y poniendo toda nuestra confianza en Dios,
creceremos en humildad y en seguridad en sí mismas. Al sentirnos
llenas del Espíritu y fortalecidas con los frutos prodigados, entraremos
en nuestro poder, afirmaremos y compartiremos nuestra sabiduría,
nuestras voces se oirán, nada ni nadie podrá atentar contra nuestros
sueños en busca de nuestro bienestar económico.
—Ema Rosero-Nordalm
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