El que es generoso será bendecido, pues comparte su
comida con los pobres.
—Proverbios 22:9
En la oscuridad de la noche, mientras sus familias dormían pacífica e
inconscientemente, nueve mujeres en el oeste de Tennessee horneaban
pan. Querían devolver algo a la comunidad, ofrecer dones de bondad,
ayudar a otras sin ninguna expectativa de que les regresen el favor.
Ellas escuchaban a escondidas en las tiendas, oyendo a personas que
necesitaban ayuda, fijándose cuando alguien tenía que dejar a un lado
pan o leche por falta de dinero. Y ellas llenaban el carrito y pagaban
la cuenta. Pasaban por los barrios en las noches calientes y anotaban
las direcciones de las casas que tenían ventiladores en las ventanas—
señal que no tenían aire acondicionado. Dejaban regalos en el pórtico,
incluyendo pan hecho en casa y una nota que decía: “Alguien te
quiere”. Si se necesitaba pagar por electricidad, ellas enviaban dinero a
la compañía, no hacían preguntas.
Desde los 1970, este grupo de mujeres ha obrado con generosidad
extraordinaria—y cautela. Sus buenas obras se hicieron públicas hace
un año, con una historia por Lori Weiss que se ha puesto una y otra
vez en todo el internet.
Al principio cuando empezaron, se preguntaban cómo podrían
sufragar esa misión. Dejaron de mandar sus blusas a la tintorería,
empezaron a recortar cupones, y encontraron modos de ahorrar en sus
propios gastos para poder gastar a favor de otros. Estas nueve mujeres
al principio soñaban de tener por lo menos un millón de dólares para
ofrecer. En los últimos 35 años han contribuido cerca de $900,000
para difundir felicidad y compasión en sus comunidades y más allá.
¡Las que son generosas, en verdad, son bendecidas!
—Richelle Thompson
comida con los pobres.
—Proverbios 22:9
En la oscuridad de la noche, mientras sus familias dormían pacífica e
inconscientemente, nueve mujeres en el oeste de Tennessee horneaban
pan. Querían devolver algo a la comunidad, ofrecer dones de bondad,
ayudar a otras sin ninguna expectativa de que les regresen el favor.
Ellas escuchaban a escondidas en las tiendas, oyendo a personas que
necesitaban ayuda, fijándose cuando alguien tenía que dejar a un lado
pan o leche por falta de dinero. Y ellas llenaban el carrito y pagaban
la cuenta. Pasaban por los barrios en las noches calientes y anotaban
las direcciones de las casas que tenían ventiladores en las ventanas—
señal que no tenían aire acondicionado. Dejaban regalos en el pórtico,
incluyendo pan hecho en casa y una nota que decía: “Alguien te
quiere”. Si se necesitaba pagar por electricidad, ellas enviaban dinero a
la compañía, no hacían preguntas.
Desde los 1970, este grupo de mujeres ha obrado con generosidad
extraordinaria—y cautela. Sus buenas obras se hicieron públicas hace
un año, con una historia por Lori Weiss que se ha puesto una y otra
vez en todo el internet.
Al principio cuando empezaron, se preguntaban cómo podrían
sufragar esa misión. Dejaron de mandar sus blusas a la tintorería,
empezaron a recortar cupones, y encontraron modos de ahorrar en sus
propios gastos para poder gastar a favor de otros. Estas nueve mujeres
al principio soñaban de tener por lo menos un millón de dólares para
ofrecer. En los últimos 35 años han contribuido cerca de $900,000
para difundir felicidad y compasión en sus comunidades y más allá.
¡Las que son generosas, en verdad, son bendecidas!
—Richelle Thompson
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