domingo, 13 de abril de 2014

Sabado 12 de abril

“Supongamos que alguno de ustedes quiere construir 
una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, 
para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa 
los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean 
comenzarán a burlarse de él, y dirán: “Este hombre ya no pudo terminar lo 
que comenzó a construir”.
—Lucas 14: 28-30

Mientras fui becaria para una organización de microfinanciación
sin fines de lucro, estuve en Uganda para suministrar la diligencia
debida con algunos de sus socios en el campo en Kampala. La primera
Institución de Microfinanciación (MFI) que visité estaba en completo
desorden. Algunos prestatarios no habían recibido préstamos porque
el dinero para los préstamos había sido usado para pagar préstamos
de prestatarios antiguos que habían perdido el trabajo que les había
garantizado la MFI. Era un desastre.
Y no era la culpa de los prestatarios. Al entrevistar a las personas y
preparar el análisis de la situación, era claro que el problema estaba
con la bien-intencionada fundadora que quería edificar una torre pero
que nunca había pensado bien el plan. Tristemente, muchas personas
a las que ella había empezado a ayudar terminaron peor porque su
sueño de proveer fue de capacitación económica pero no tenía un plan
para cumplirlo. Se me hizo muy clara la lección que no es suficiente
tener buenas intenciones.
—Laura Darling

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