Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella,
el mundo y cuantos lo habitan; porque él la afirmó
sobre los mares, la estableció sobre los ríos.
—Salmo 24:1-2
El compartir está al centro de la práctica del amor cristiano de unos
por otros. Mis padres podrían levantar una ceja a esto, dado que
cuando niña yo era muy mala para compartir con mis hermanas.
Habiendo aprendido por mi propio mal ejemplo, aprecio que el
compartir nos enseña a depender unos de otros y a edificarnos unos
a otros para el bien de todos.
Como cristianos, podemos compartir aún más libremente porque
somos de Dios, y todo lo que tenemos viene de Dios. El compartir
nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros tesoros edifica el cuerpo
de Cristo. Veo ejemplos de esto en los grupos que se ayudan a sí
mismos apoyados por la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo en
Guatemala, donde las mujeres se reúnen para animarse unas a otras
a ahorrar dinero, aprender habilidades, y mejorar su vida por medio
de esfuerzos con empresas pequeñas. Lo veo en los bancos de búfalos
de la comunidad de Myanmar, donde los miembros de la comunidad
“piden prestado” un par de animales para labrar su tierra, y luego
regresan dos crías de búfalos al banco para que sus vecinos puedan
tener la oportunidad de beneficiarse. Veo inspiradores ejemplos de
dar de los miembros de la iglesia aquí en los Estados Unidos, que ven
este trabajo como un modo de buscar y servir a Cristo en otros, cerca
y lejos.
Busquemos todas el compartir de nosotras mismas con nuestras
hermanas y hermanos en todo el mundo, y así continuar realizando el
Reino de Dios.
—Faith Rowold
No hay comentarios:
Publicar un comentario