domingo, 6 de abril de 2014

Quinto Domingo en Cuaresma

Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Mateo 6:21

Recuerdo que cuando era niño, mi mamá y yo tuvimos que mudarnos
a un apartamento pequeño. El edificio tenía una alberca y un gran
cantidad de niños. Éramos pobres, pero yo no lo sabía. Era feliz. Mi
mamá sólo había terminado la secundaria y aunque ella tenía varios
trabajos, el dinero era poco.
Unos meses después de habernos mudado, recibió una llamada de
una amiga que deseaba saber si podía venir para traernos un regalo de
bienvenida al nuevo hogar. La amiga de mi mamá nos trajo seis cajas
de alimentos. Mi mamá empezó a llorar.
Años después, me enteré que teníamos sólo 29 centavos en el
banco esa noche. Teníamos un poco de pan y un tazón casi vacío
de mantequilla de cacahuate (maní) que para sostenernos por dos
semanas. Mamá no le había dicho a nadie, sólo rezaba que Dios
proveyera. Fue un momento crucial en la fe de mi madre, no sólo en
Jesús, sino también en sí misma.
Fue una pequeña inversión, el darnos comida, pero llegó a ser la
acción catalizadora que cambió nuestra vida para siempre.
El sentirse segura de que tenía lo suficiente para nuestras necesidades
le dio confianza a mi mamá. Esa confianza le dio fuerzas para
regresar a sus estudios y recibir múltiples títulos. Luego ella abrió una
escuela para ayudar a los que habían dejado sus estudios a fin de que
terminaran la secundaria y siguieran a estudios superiores.
De esta manera, la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo ayuda
a que las comunidades respondan a sus propias necesidades, ganen
confianza y abran oportunidades para moverse de la escasez
a la seguridad.
¿Cómo podemos convertirnos en catalizadores para otras personas?
—Chad Brinkman

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