domingo, 13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas 
para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados 
de acuerdo con su propósito.
—Romanos 8:28

Es un versículo que puede consolar, pero solo si no lo vemos como una
simple formula—“di las palabras mágicas, frota la lámpara, y el genio
te concederá tres deseos”. No, este versículo no expresa respuestas
fáciles, consoladoras cuando tenemos tiempos difíciles. Al contrario,
expresa la perspectiva divina. No es tan seductora cuando alguien
dice: “reza y Dios compondrá todo”.
El hecho es que hay veces cuando bien podemos repetir las palabras
en el evangelio de san Marcos. Las de un padre que le implora a
Jesús: “Sí creo; ¡ayuda mi incredulidad!” La fe puede ser algo difícil en
momentos cuando nos sentimos abrumados y solos. Hace unos años,
escuché a un sacerdote que pasaba por tiempos muy difíciles con uno
de sus hijos, confesarle a un colega: “No se donde está mi fe en este
momento”. En lugar de regañar a ese sacerdote por admitir tal cosa,
el colega simplemente le puso la mano en el hombro y le contestó
suavemente: “Está bien. En este momento nosotros creeremos por ti”.
La esperanza y el amor vienen juntos para sostenernos cuando
sentimos que la fe está muy lejos de nosotros. La esperanza mira hacia
adelante, abre nuestra perspectiva. El amor nos capacita, nos da fuerza.
Sí, bien podemos admitir que en momentos oscuros, no podemos ver
ninguna razón, ningún sentido, pero podemos atrevernos a esperar
y saber en lo profundo de nuestra alma que de alguna manera, de
algún modo, “todas las cosas trabajan para nuestro bien”. Y hasta que
podamos llegar a ese bien, aquí o en el paraíso, podemos esperar que
nuestros compañeros peregrinos están con nosotros.
—C. K. (Chuck) Robertson

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