“Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo
conceda”.
—Juan 3:27
La mejor clase de don viene de la creencia que nuestros dones más
preciados deben ser compartidos. Nuestros dones son celestiales y se
multiplican al compartirlos.
A través de mi trabajo internacional, he visto innumerables veces
que los dones que valoro más son los que comparto y los que otros
comparten conmigo. Hace varios años tuve el privilegio de ver a un
joven sordo en Paraguay que le enseñaba a una bebé ciega y sorda en
un orfanatorio su primera palabra en lenguaje de señas. El don que el
joven le dio a esta bebé se ha multiplicado muchas veces.
La niña ha podido compartir con otros el significado de la palabra
que ella aprendió: amor. Y para mí, el ser testigo de este intercambio
notable ha sido un don que transformó mi vida y que recibí de una
bebé. Me dejó ver que ella es capaz de aprender y de amar. Continúo
honrando este don compartiendo la historia de su triunfo con los
demás.
El poder increíble de la humanidad es que todos somos capaces de
dar. Dios nos ha dado talentos a todos—estos son nuestros dones
celestiales—que los hay en abundancia y se pueden encontrar en los
lugares más aislados y silenciosos en nuestro mundo.
¿Cómo compartirás con los demás este día tus dones divinos?
—Judith Morrison
conceda”.
—Juan 3:27
La mejor clase de don viene de la creencia que nuestros dones más
preciados deben ser compartidos. Nuestros dones son celestiales y se
multiplican al compartirlos.
A través de mi trabajo internacional, he visto innumerables veces
que los dones que valoro más son los que comparto y los que otros
comparten conmigo. Hace varios años tuve el privilegio de ver a un
joven sordo en Paraguay que le enseñaba a una bebé ciega y sorda en
un orfanatorio su primera palabra en lenguaje de señas. El don que el
joven le dio a esta bebé se ha multiplicado muchas veces.
La niña ha podido compartir con otros el significado de la palabra
que ella aprendió: amor. Y para mí, el ser testigo de este intercambio
notable ha sido un don que transformó mi vida y que recibí de una
bebé. Me dejó ver que ella es capaz de aprender y de amar. Continúo
honrando este don compartiendo la historia de su triunfo con los
demás.
El poder increíble de la humanidad es que todos somos capaces de
dar. Dios nos ha dado talentos a todos—estos son nuestros dones
celestiales—que los hay en abundancia y se pueden encontrar en los
lugares más aislados y silenciosos en nuestro mundo.
¿Cómo compartirás con los demás este día tus dones divinos?
—Judith Morrison
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