sábado, 15 de marzo de 2014

sábado 15 de marzo

Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como 
obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta 
rectamente la palabra de verdad. 
 —2 Timoteo 2,15

Cuando las jóvenes se reunieron para la graduación y se pararon detrás
de sus nuevas máquinas de coser, después de tres años de estudio y
compromiso, esperaba ver rostros sonrientes y felices.
La celebración era en una aldea fuera de Bolgatanga, Ghana, y todas
las familias, y las maestras, y los niños y los ancianos estaban allí. Y
estas jóvenes, cada una vestida con un vestido hecho de tela batik
que ella misma había teñido, y con diseños que ella había creado,
que ella misma había cosido cuando actuaron como modelos y
formas unas para otras; en lo que debía de haber sido el día más
orgulloso de su vida, ninguna de las nueve se veía feliz. Sus rostros
mostraban la mirada que me imagino Jesús tenía cuando vio a
los 5,000 hambrientos; o la que Gandhi tenía cuando se encontró
a las multitudes que se reunieron para la Marcha de la Sal. Sus
rostros estaban serios, y resueltos, y fieles, y mostraban una gran
responsabilidad; todo esto al mismo tiempo.
Sus rostros mostraban mensajes a todos los reunidos: mensajes de
gratitud, de afirmación que usarían el conocimiento que con tanto
trabajo habían obtenido para mejorar a todos los que las rodeaban:
maestras, familias, comunidades. En sus rostros mostraban que
estaban listas para salir y hacer del mundo un lugar mejor. Y de alguna
manera, creo que lo harán.
—Sean McConnell

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